Cuentos locos: Historia de "La Joven de la Perla" (el libro)

viernes, 18 de enero de 2008

Historia de "La Joven de la Perla" (el libro)


LA HISTORIAGriet se llamaba, era una criada más de las innumerables que empleó nuestra familia hasta poco antes de la muerte del buen maestro Vermeer. Nunca supe yo su apellido, y no creo que nadie en la familia lo haya sabido nunca. Sí sé que provenía de una localidad lejana, y que sus padres y ella misma eran protestantes, Dios los perdone, porque solía huir espantada cada vez que encontraba a la familia en oración. Tanneke, una de nuestras criadas más antiguas, conocía bien a su madre, con quien había servido un tiempo en otra casa, y por eso, cuando mi madre había necesitado más ayuda, ella la había recomendado a la familia.Griet era también muy joven, muy inocente. No daba la impresión de ser una persona muy brillante. Apenas hablaba, al revés de la mayoría de sirvientas, que como es sabido suelen devorar por los rincones los chismes de sus patrones. Y era bella, pero sólo si uno se fijaba en ella lo suficiente para notarlo, lo cual no era muy frecuente, con las idas y venidas que siempre animaban nuestra casa y la pequeña multitud en que nuestra familia se había convertido, además de su actitud huidiza. Siete hermanos éramos entonces, y aún habríamos de ser más andando los años, y las criadas eran otras cinco personas, a lo cual habría que sumar a nuestra muy amada abuela Maria.Recuerdo que Griet atesoraba una pequeña placa de porcelana pintada, donde, según decían las demás criadas, su padre había pintado una escena horageña en trazos toscos y simples.No sé exactamente cuándo mi padre habrá visto a Griet por primera vez. Sé que no fue en sus primeros días con nosotros, porque él había partido a reunirse con otros maestros de la Cofradía de San Lucas [Nota del Traductor: La Cofradía de San Lucas era el gremio de artesanos y artistas holandeses]. Además,"ver" es un verbo engañoso. Es muy probable que él la haya mirado sin verla más de una vez, tan ensimismado andaba siempre el buen maestro. Muchas veces mi misma madre, Catharina, tenía que insistir para poder entablar una verdadera conversación con su esposo. Como ya he dicho más arriba, ambos se casaron muy enamorados, y no puede haber duda de que fueron los mejores compañeros. Mi padre renunció a sus errores religiosos [N. del T.: Vermeer era originalmente protestante, como la mayoría de holandeses de su tiempo, pero se convirtió al catolicismo para casarse con Catharina], y halló en la madre de su esposa, Maria Thins, una formidable aliada y promotora de su arte, sin cuyo apoyo probablemente no hubiera alcanzado, en vida, la preeminencia de que gozó.

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